Hugo Assmann
En las últimas décadas, los sectores cristianos más sensibles al clamor de los pobres y excluidos han creado lenguajes vigorosamente denunciadores de las lógicas de exclusión y anunciadores de la fuerza histórica de la conversión a la fraternura (N.E.: Hemos conservado el neologismo "fraternura", propio del autor, e" cuanto indica no sólo una situación (fraternidad), sino sobre todo el sentimiento y la lógica que la animan) y a la afirmación de la vida. A veces esos lenguajes adquirieron un andamiaje sistematizador proveniente de modelos de lectura de la realidad bien determinados. Surgió, entonces, el riesgo de la rigidez de ciertos conceptos, útiles como herramientas del análisis. pero también delimitadores reductivos de la percepción de lo real.
Hoy se percibe, un poco por toda partes, el deseo de alejarse de esquematismos y respuestas definitivas. Precisamente por ser tan grande la exigencia de seriedad teórica que nos demanda la complejidad de los rápidos cambios en el mundo, nos encontramos mucho más en el afán de mejorar las preguntas que de aceptar conclusiones. Sentimos necesidad de conceptos abiertos, transversátiles, transdisciplinarios.
(…)
2. Ética Solidaria, aceptación del mercado y denuncia de sus formas idolátricas
Debería quedar claro que, al hablar de una sociedad donde quepan todos, nos estamos refiriendo a un principio orientador radical, que debe servir como criterio para diferenciar opciones posibles. No se trata de una enunciación completa de lo que hay que hacer, sino de la indicación del principio a la luz del cual habrá que decidir lo que hay que hacer. Por eso deberá encarnarse en criterios de verificación (punto sobre el cual haré algunos planteamientos más adelante, al referirme a la corporeidad como fuente de criterios). Un principio nunca se basta por sí mismo, porque no es él sino sus aplicadores los que deciden sobre los criterios prácticos de concretización del principio orientador general. Y tales decisiones nunca son de aplicación automática, sino encamación interpretativa de un principio en realidades mucho más complejas que la mera enunciación del principio. Cuando no se tiene en mente esta distinción. lo que se hace es nada más que inaugurar un nuevo slogan supuestamente autovalidante y autosuficiente. O sea, caemos de vuelta en la trampa de una equivocada gnosis pseudo-profética.
No se debe minimizar la importancia del viejo problema que se refiere a la dialéctica entre lo deseable y lo factible. Pero hay que tener muy claro que lo ideal y lo viable no son bloques predefinidos en un mundo platónico de las ideas sino que son hechos socioculturales. Todas la culturas (religiones, creencias, ideologías) representan forma-s de ponerse de acuerdo (o en desacuerdo) sobre lo que se admite como real, tanto en lo que se refiere a lo deseable. como en lo visto como factible. Trátase de un problema que se verifica de hecho en cualquier tipo de convivencia colectiva, mucho más en sociedades amplias y complejas como las modernas. Las filosofías lo llaman contingencia o condición humana; las ciencias sociales lo plantean como los límites de la factibilidad; y la teología cristiana lo denomina pecado original (por supuesto, no entendido como una especie de mancha ontológica de los individuos aisladamente, sino como dramaticidad de la convivencia social, pues es de ella que ese mito clásico, que aparece, bajo nombres distintos, en prácticamente todas las culturas, tuvo su origen, y es también allí que adquiere su valor hermenéutico).
Tenemos que preguntamos hasta qué punto estamos maduros para los siguientes tres desafíos: una concepción moderna de la ética, la adhesión plena a la democracia y la aceptación de una economía con mercado.
a) Una concepción moderna de Etica debe saber lidiar con dos aspectos: Etica en cuanto perspectiva de opciones básicas (la óptica espiritual de los valores irrenunciables) y Etica en cuanto normatividad institucionalizable (la dura negociación de consensos con vista al establecimiento de normas jurídicas y la creación de instituciones, que tendrán efectos auto-reguladores en la dinámica de las sociedades complejas). En otras palabras, no existe ética social, como conjunto de comportamientos significativos, si ella no llega a expresarse mediante objetivaciones de las relaciones intersubjetivas en el cumplimiento de normas, en las que toman cuerpo las virtudes (y los pecados) de la convivencia social.
Específicamente en el campo económico, no hay ética económica capaz de ejercer influencia relevante si ella queda reducida a principios generales y no toma cuerpo en mecanismos normativos de la interrelación entre los agentes económicos y la sociedad como un todo. Donde eso todavía no existe, o existe en forma tan solo embrionaria, los esfuerzos de humanización de la convivencia social deben orientarse, conjuntamente, hacia los dos aspectos de la Etica: la constante enfatización del principio orientador básico (una sociedad donde quepan todos) y la construcción de consensos colectivos encamados en instituciones, donde se puedan aplicar criterios de verificación sobre si dicho principio de hecho es asumido como orientación o se quedó olvidado. Con esta distinción se vuelve obvio que los dos planos, el del principio orientador y el de los criterios de verificación, tienen que interpenetrarse, aunque ninguna institucionalidad concreta agote las exigencias radicales del principio orientador. No hay que aceptar ninguna pretensión de identidad entre la ley y el espíritu.
b) La democracia es la forma institucionalizada de bregar públicamente con las incertezas y las diferencias de todo tipo. No debería haber dudas respecto a la preferencia por procesos democráticos, aún en los contextos donde la democracia todavía no asumió un nítido contenido económico y social. Sigue presente, en ciertos grupos de izquierda, una sospecha, y a veces incluso un cierto desprecio, respecto a la preeminencia humanizadora de los procesos democráticos. Los procesos democráticos son siempre preferibles a las formas autoritarias. Probar eso, a la luz de los hechos históricos de América Latina, no resulta nada fácil, pero, mirando hacia adelante, es un desafío irrenunciable. Empieza además a evidenciarse que la exigencia de procedimientos democráticos, cuando es tomada en serio, entra necesariamente en choque con el ideario neoliberal, que por algo da aliento al surgimiento de un discurso sobre los límites de la democracia. Tiene mucho sentido plantear, por ejemplo, el reclamo de democratización del sistema financiero internacional (FMI y Banco Mundial, por ejemplo), de los procesos de decisión financiera, y del acceso al mercado en general.
c) Aceptar, crítica pero también positivamente, el mercado y su funcionalidad dinamizadora para la economía, sin desistir de metas solidarias, exige una reflexión nueva sobre la concepción misma de sujeto ético, individual y colectivo. ¿Por qué? Entre otros motivos, por el hecho de estar implicada en esto la aceptación de que, en la realidad, las intenciones conscientes tienen que habérselas con los más diversificados procesos auto-reguladores de la convivencia humana colectiva, sea en lo religioso, sea en lo cultural, y acentuadamente en los comportamientos que se refieren a los tres momentos de lo económico: la producción, la circulación y el consumo, hoy completamente entremezclados.
Ética Solidaria y aceptación del mercado con su autorregulación (parcial, pero real) es una temática compleja que incluye, por una parte, seguir diciendo lodo lo que hemos dicho hasta ahora sobre la idolatría de un mercado mesianizado, o sea, seguir denunciando a los que sostienen que fuera del mercado no hay salvación, y, por otra parte. asumir igualmente lenguajes positivos acerca del mercado, y eso no sólo por motivos coyunturales de la actualidad. sino para afirmar positivamente que mecanismos de mercado son adecuados para la dinamización y diversificación creativa de la economía. Aceptar positivamente e! mercado implica tener en cuenta lo que es históricamente factible, y de qué manera resulta más factible, puesto que los seres humanos tienen pasiones e intereses, aunque también puedan abrirse a la solidaridad. Y aceptar que la convivencia socialmente productiva exige el respeto por los seres humanos tales como son.
Es precisamente cuando se acepta que el mercado tiene también una funcionalidad positiva —o sea, que en él coexisten y se entremezclan la lógica de la exclusión y la d. la inclusión— que se percibe mejor cuan necesario e-seguir insistiendo que es falso que el mercado contenga una especie de solidaridad congénita, que dispensaría la intencionalidad consciente, esto es, la conversión a la solidaridad y la construcción de políticas públicas de direccionamiento de la economía con mercado hacia metas sociales, que ella no cumple espontáneamente. En otras palabras, quienes s. niegan a elaborar lenguajes también positivos acerca de la funcionalidad del mercado, junto con el análisis de su tendencia estructural a la lógica de exclusión, practican una especie de auto-exclusión del intercambio de lenguajes funcionales a la acción política, acción que implica una dura y constante negociación de consensos hacia política-públicas relacionadas con prioridades sociales.
La subjetividad de los actores sociales está configurada por la unidad inseparable entre necesidades y deseos. No es al margen de sus pasiones e intereses que los seres humanos se dejan eventualmente impregnar de sensibilidad hacia sus semejantes, sino justamente a través y mediante tales pasiones e intereses. Hay que saber probar, de alguna forma, que amar a los semejantes es rentable en términos humanos, aunque no lo fuera en términos de contabilidad financiera. En esta perspectiva ya no se puede seguir postergando el tratamiento, positivo y directo, de la cuestión del derecho a un consumo en niveles satisfactorios para una existencia cotidiana agradable y de la cuestión del derecho al gusto de vivir.
Se trata del gran tema de la felicidad y del placer, que no tiene por qué ser considerado un tema burgués. Es el tema popular por excelencia. Lástima que los cristianos, incluso por tradición religiosa y cultural, no se adelanten en tratar abiertamente este asunto, quizá por no haber todavía entendido la forma como el capitalismo lo incorporó y distorsionó, asi como elaboró un verdadero secuestro del mandamiento nuevo del amor al prójimo mediante su versión de una supuesta solidaridad originaria del mercado (la famosa mano invisible providencial).
No hay comentarios:
Publicar un comentario