Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa.
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
sólo Dios basta
(Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia)
Las metas
Muchas ocasiones no te atreves a perseguir tus sueños por el temor a un mal resultado que te haga sentir impotente, triste, decepcionado, enojado contigo mismo, frustrado, incompetente. Sin embargo, el precio por vivir sin metas ni ilusiones ya lo estas pagando. Ya vienes arrastrando en tu vida, de una u otra medida esos sentimientos ¿O no? Entonces, si de cualquier manera ya estás instalado en ese estado de ánimo en forma permanente u ocasional, mejor corre el riesgo de perseguir lo que quieres y si lo haces con una estrategia inteligente, poniendo en funcionamiento todos los talentos que Dios te ha dado y contando con Él, lo más probable es que lo consigas tarde o temprano. Recuerda, “la gloria de Dios es que el ser humano viva”.
Una forma de elevar la probabilidad de construir metas inteligentes, es someter su diseño a un control de calidad en el que consideres los siguientes factores.
Guía para evaluar tus metas
1.- ¿Se expresa en forma positiva?
¿Expresa mi meta lo que sí quiero alcanzar, más que lo que no quiero que pase? ¿Cuál es el resultado real y positivo que yo espero alcanzar?
2.- ¿Tiene un fundamento personal?
¿Es una meta mía o de otras personas? ¿Es de mi interés y está bajo mi control lograrla?
3.- ¿Incluye el factor emocional?
¿Tengo presente en mi mente lo que voy a conseguir con mi meta? ¿Estoy decidido y entusiasmado por conseguir esa ganancia o recompensa? ¿Empiezo a sentir desde ahora el gozo de conquistar mi meta, creo que mi comunidad la disfrutará y creo que voy a disfrutar de todo el proceso?
4.- ¿Se apoya en un modelo?
¿Tengo una idea de la persona que quiero ser al conseguir esa meta? ¿Tengo claro el tipo de vida a la que aspiro al lograr esa meta? ¿Qué personas me inspiran para alcanzar mi meta? ¿Tomo en cuenta los valores del Evangelio de Jesús?
5.- ¿Es específica y visual?
¿Está clara mi meta en términos de lo que deseo alcanzar?, ¿Qué?, ¿cuánto?, ¿cómo?, ¿dónde? ¿Puedo ver los detalles importantes de mi meta ya conquistada? ¿Puedes verte a ti mismo conquistando tu meta? ¿Puedes imaginarte lo que dicen y sienten los que te rodean? ¿Puedes ver el bien que harás (y no solamente el tuyo personal) cuando la consigas?
6.- ¿Es de un tamaño apropiado?
¿Tiene mi meta un tamaño apropiado a mis aspiraciones y a mis posibilidades personales? ¿Considero que es una meta realista, alcanzable, además de estimulante y retadora?
¿Necesito subdividirla en porciones menores o relacionarla con otra meta mayor para hacerla más manejable o atractiva?
7.- ¿Tiene un marco de tiempo adecuado?
¿He establecido una fecha límite en que debe estar concluida mi meta? ¿Considero que el plazo fijado es realista?, ¿Es adecuado? ¿He establecido los resultados parciales por lograr en fechas próximas en caso de que mi meta sea a largo plazo?
8.- ¿Considera los recursos necesarios?
¿Tengo noción de los recursos internos y externos que necesitaré para alcanzar mi meta? ¿Considero tenerlos ya? Si no los tengo, ¿Cómo pienso conseguirlos?
9.- ¿Permito saber cuándo se ha alcanzado?
¿Cómo sabré que he conseguido mi meta? ¿Qué es lo que espero ver, oír, sentir, para tener evidencia de que conseguí lo que esperaba? ¿Cómo y cuándo verificaré el progreso hacia mi meta para saber si la voy alcanzando?
10.- ¿Tiene un marco en los valores del Evangelio?
¿Considero que mi meta está en armonía conmigo, con mis relaciones, con mi entorno, con la historia? ¿Qué pasa si la consigo? ¿Tendrá efectos no deseados para mí o para los que me rodean?
Si así es el caso, ¿podría cambiar mi meta para conseguir los mismos o parecidos resultados y evitar de esa manera los efectos no deseados?
El Vencedor y el Perdedor
Cuando un vencedor comete un error, dice: «Yo me equivoqué.»
Cuando un perdedor comete un error, dice: «No fue mi culpa.»
Un vencedor trabaja duro y tiene más tiempo.
Un perdedor está siempre «muy ocupado» para hacer lo que es necesario.
Un vencedor enfrenta y supera los problemas.
Un perdedor da vueltas y nunca consigue resolverlos.
Un vencedor se compromete.
Un perdedor hace promesas.
Un vencedor dice: «Yo soy bueno, sin embargo no tan bueno como me gustaría ser.»
Un perdedor dice: «Yo no soy tan malo como tantos otros.»
Un vencedor escucha, comprende y responde.
Un perdedor sólo espera una oportunidad para hablar.
Un vencedor respeta a aquéllos que son superiores a él y trata de aprender algo con ellos.
Un perdedor resiste a aquéllos que son superiores a él y trata de encontrar sus defectos.
Un vencedor se siente responsable por algo más que sólo su trabajo.
Un perdedor no colabora y siempre dice: «Yo sólo hago mi trabajo.»
Un vencedor dice: «Debe haber una mejor forma de hacerlo...»
Un perdedor dice: «Esta es la forma que siempre lo hicimos.»
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